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Guatemala

"Fue como una película. Nadie podía creer lo que estaba pasando”

La llegada de huracanes en medio de la pandemia COVID-19 ha incrementado aún más la vulnerabilidad de esta población, especialmente la de niños, niñas y adolescentes.

"Fue como una película. Nadie podía creer lo que estaba pasando”, explica conmocionada Florinda Yatchub, una madre que vive con sus 4 hijos en Sacsi Chitaña, un pequeño pueblo en las afueras de Cobán, en el departamento de Alta Verapaz, a 217 kilómetros al norte de la capital guatemalteca.

No fue hasta que pude verlo con mis propios ojos que comencé a comprender a qué se refería y el tremendo golpe de las tormentas Eta e Iota en esta comunidad.

En medio de la pandemia del coronavirus (COVID-19), el huracán Iota tuvo un tremendo impacto en miles de familias en Guatemala y en otras áreas de Centroamérica, ya fuertemente impactadas por el huracán Eta.

El norte de Guatemala ha sido una de las zonas más afectadas, donde deslizamientos de tierra, hundimientos e inundaciones han obligado a las familias a dormir en refugios instalados por el Gobierno y otras organizaciones.

Sacsi Chitaña es un pueblo tranquilo rodeado de montañas y densa vegetación. Lo cruza un camino de tierra. La casa de Florinda y su familia está ubicada a unos 15 metros sobre el suelo en la ladera de una montaña.

Su casa es humilde, construida en el suelo con tablas de madera. En el interior hay una pequeña cocina y 3 camas sobre suelo de barro. Tienen una gallina con varios polluelos que deambulan libremente por el interior de la casa.

El 4 de noviembre, con la llegada de la primera tormenta, las familias de este pueblo escucharon un ruido ensordecedor en medio de la noche. “Sonaba como una bomba”, describen tanto Florinda como su hija Jaqueline Vanessa Cuyat, de 13 años.

El pueblo, que no tiene río, se inundó repentinamente en cuestión de horas, “como si el agua saliera de la tierra en una explosión”, dice Florinda. Antes del mediodía, el pueblo ya estaba sumergido y las casas bajo el agua. Con la incesante subida del agua, el camino que atraviesa el pueblo desapareció. Muchas familias quedaron atrapadas y tuvieron que huir montaña arriba.

“La gente no podía creer que el agua siguiera subiendo. Pero en poco tiempo, la carretera se cerró. Tuvimos que ir a lo alto del monte, donde pudimos escapar”, explica.

Florinda me cuenta que, en el caso de otras familias, que no tenían adónde ir, fueron a refugiarse en la montaña. Allí permanecieron 15 días atrapados, bajo la lluvia y al sol, hasta que pudieron trasladarse a un refugio.

"Ha habido lluvias antes, pero nunca como esta", admite. Los días siguientes la situación empeoró y llegaron lluvias más intensas. Muchas familias que lo perdieron todo permanecen en albergues hasta la fecha.

Florinda y sus hijos se han alojado en un refugio junto con muchas otras familias. Hace dos días, finalmente pudieron regresar a su casa para comenzar a reconstruir sus vidas con lo que les queda.

La historia de Florinda no es un caso aislado. Según datos recientes, ha habido más de 2 millones de personas afectadas por los huracanes / tormentas Eta e Iota, incluidos 917,337 niños y niñas en Guatemala. Actualmente, hay 31.053 personas en albergues, de las cuales 11.800 son niños y niñas.

Solo unos días después del golpe de Eta, el huracán Iota apareció como un huracán catastrófico de categoría 5 el 16 de noviembre, con una trayectoria similar al huracán Eta. Iota ha afectado no solo a muchas de las comunidades ya afectadas por Eta, sino a muchas más.

El Gobierno de Guatemala mantiene un estado de calamidad en Alta Verapaz y otros 9 departamentos del país. Se estima que más de medio millón de niños se han visto afectados por Eta e Iota en Guatemala. La llegada de huracanes en medio de la pandemia COVID-19 ha incrementado aún más la vulnerabilidad de esta población, especialmente la de niños, niñas y adolescentes.

UNICEF, en colaboración con el gobierno y otros aliados, continúa intensificando los esfuerzos en respuesta a las comunidades afectadas, distribuyendo kits de higiene para las familias afectadas y llevando a cabo intervenciones nutricionales que salvan vidas.

UNICEF y sus aliados también brindan apoyo psicosocial en los refugios y las comunidades afectadas y apoyan las capacidades de las autoridades de protección infantil para prevenir la violencia contra los niños y niñas y detectar y atender casos. En los países afectados por los huracanes en América Central, más de 175,171 personas, incluidos alrededor de 67,596 niños, fueron forzados a refugiarse, lo que genera preocupaciones sobre el hacinamiento y la reducción de la propagación del COVID-19.

Hoy, Sacsi Chitaña empieza a secarse, pero la marca indeleble que dejó el agua sigue perfectamente visible. De hecho, debe haber sido como en las películas. Pero, lamentablemente, la realidad superó una vez más a la ficción.